Culpa, vergüenza, bloqueos, miedos…
Muchas veces el motivo aparente de consulta es un malestar que ronda, intermitente, la vida del consultante. Por momentos pareciera desvanecerse, no existir… Por otros cobra tal presencia que acapara la escena anímica por completo, interfiriendo en diversos aspectos de la vida. Son esas las instancias en las que se suele acudir a pedir una fórmula que “borre” el malestar, como por arte de magia. Sobre todo, cuando viene asociado a la creencia, que ciertos cambios que la persona quiere encarar en su vida serían sólo posibles “cuando se haya superado” dicho malestar.
A título de ejemplo: “me cuesta mucho tomar contacto con los demás, sólo podré aceptar invitaciones cuando supere la ansiedad que me genera la exposición social”; o “no me siento bien últimamente, sólo podré cambiar de trabajo cuando me sienta mejor”; o tantos otros….
Ahora bien, aquí puede haber una especie de trampa… Y es que cuanto más se quiere resistir la aparición del malestar, pareciera que más fuerza cobra, y lleva entonces a posponer el cambio que se quiere encarar.
Lo que estaría interfiriendo con poder reconciliarse consigo mismo y con la vida no es tanto la sensación de “falla” que la persona pueda tener, muchas veces fruto de mandatos o sobreexigencia, sino más bien los mecanismos y estrategias que use para tratar de ignorar la discrepancia entre “lo que está sucediendo” y “lo que quisiera”. La persona evita situaciones, para evitar sufrimiento. Pero si la brecha existe, cuando de un modo u otro quede de manifiesto, puede doler incluso más.
Claramente esto no significa que debamos “entregarnos” al malestar, resignarnos, sufrir, dar saltos al vacío, no cuidarnos, claro que no. Ahí está la diferencia entre resignarse, y aceptar. Aceptar el malestar no es quedarse en él y perderse. Ni que él quede incrustado en uno.
Aceptar es la decisión de dejar de resistir. Aceptar lo que está pasando, cómo nos estamos sintiendo, cómo estamos reaccionando ante algún estimulo, real o imaginario. Poder mirar de frente lo incómodo es empezar a reconocer lo que te ha traído hasta donde estás, y es clave para elegir qué te llevará hacia donde quieras ir. Dejar de reaccionar y hacer uso de la libertad de elegir cómo responder. Y eso implica a veces, avanzar “con” el malestar que se quería evitar, “a pesar de” y hasta incluso “gracias a” ese malestar que, bien acompañado, termina siendo un vocero de entramados internos, y un gran impulsor de cambio.
Así es que cuando nos aceptamos y nos sentimos aceptados tal cual somos, paradójicamente se flexibilizan estructuras y se facilita un despliegue de recursos hacia lo que anhelamos. Se libera mucha de la energía que estaba puesta en mantener un statu quo mientras decíamos que “queríamos pero no podíamos”, por los argumentos que fuese.
La aceptación es un proceso y a la vez una actitud, que se puede aprender. Se puede ir cultivando día a día, con pequeños momentos de observación…. empatía… valoración. Y el compromiso de avanzar, aunque sea de a pequeñísimos pasos. Eso aliviana, nos da aire, y facilita que podamos abrirnos a la vida que nos es valioso vivir.
Patricia Santamaría
Septiembre 2022